Un mercader, llegó a las puertas de la ciudad y encontró a un pordiosero hambriento, sintió pena por él y le dio dos monedas de cobre.
Horas más tarde los dos hombres coincidieron en el camino cercano al mercado:
_ ¿Qué has hecho con las monedas que te he dado? _preguntó el mercader.
_ Con una de ellas me he comprado pan, para tener de qué vivir, con la otra me he comprado una rosa, para tener porqué vivir.
No podemos centrar nuestra vida solamente en la satisfacción de nuestras necesidades básicas. Para alcanzar nuestra autorrealización, como meta de nuestro crecimiento personal, debemos tener una motivación que nos impulse a lograrlo. Es decir tener un “POR QUË VIVIR”. Si carecemos de ese estímulo la vida no será tan fácil.
“Quién tiene un para qué vivir.
Podrá aguantar casi cualquier cómo”
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Siempre hay por qué vivir, siempre habrá algo que nos ate a la vida... Un amor,los hijos, la profesión, en fin aunque siempre existan problemas que distraigan nuestra fe, seguirá viviendo en nosotros algo que nos haga seguir luchando y queriendo vivir.