Es frecuente y natural, la impaciencia y la angustia que ocasiona esperar el momento exacto, el instante preciso; ese que requiere nuestra vida, ese que necesitamos y que no llega, que no sucede cuando creemos debe suceder.
La espera, provoca un desajuste interior, una mezcla de emociones que termina en ansiedad, frustración y muchas veces cólera, o ira desenfrenada.
¿Contra quién nos enfadamos?...Pues, contra la vida misma, contra nosotros.
Nos culpamos de no haber tomado decisiones en el momento que debíamos tomarla, de no haber aprovechado la oportunidad para rectificar nuestros errores, de no haber tenido el suficiente tiempo para abrazar a alguien que ya partió de este mundo; Y perdemos demasiado tiempo pensando que nunca llega el momento que deseamos.
Pero la realidad , es que nos cuesta mucho esperar, e irremediablemente, sólo la paciencia es nuestra única opción.
La vida parte de un principio básico: “no somos dueños del tiempo ni de las circunstancias, que rodean nuestra vida”. No podemos perder el norte y tomar el papel de víctima, o de victimarios de episodios que perturben nuestra equidad y equilibrio interior. La única salida es aprender que “todo tiene sus tiempo”.
Personalmente, cuando me inquieta la espera, de tantas cosas, que aún sigo esperando, leo una y otra vez, una lectura, de sabiduría, que siempre trae paz a mi vida y me hace reflexionar:
“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se hace debajo del cielo tiene su hora.
Tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado
Tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir y tiempo de edificar.
Tiempo de llorar y tiempo de reír, tiempo de endechar y tiempo de bailar.
Tiempo de esparcir piedras y tiempo de juntar piedras: tiempo de abrazar y tiempo de abstenerse a abrazar.
Tiempo de buscar, y tiempo de perder, tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de cocer y tiempo de romper; tiempo de callar y tiempo de hablar.
Tiempo de amar y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra y tiempo de paz”
(Eclesiastés 3/del 1 al 8.La Santa Biblia).
Al finalizar la lectura, llegarás a tener mayor claridad, sobre la importancia de no perder tu oportunidad en cada tiempo que te ofrece la vida, de observar que la vida que vives cada día, es el obsequio de la creación divina, que hay que aprovechar los tiempos de gozo, cómo aquellos en que podemos dar y recibir amor, abrazarnos con alegría, bailar sin sentirnos cansados, perdonar dejando nuestro corazón libre de rencor, sembrar, sueños, esperanza y hechos, con certeza, con fe, que recogeremos todo lo que anhelamos, sin dejar de aceptar que la vida también nos dará ratos no tan buenos, pero de estos, aprenderemos a valorar todo lo que nos tocará vivir.
Sobre todo, piensa, que todos esperamos algo, que tú no eres la excepción, y que cuando menos lo pienses será tu tiempo.
Cuando llegue ese momento, aprovéchalo al máximo, ya que cuando todo llega y tú has sabido esperar la recompensa es que será perfecto, porque era lo que tu anhelabas.
Yo, seguiré esperando, el tiempo que me corresponde para alcanzar mi recompensa. Estoy totalmente segura que me lo merezco, al igual que tú.
Estoy totalmente de acuerdo que la paciencia como dicen es de santos, o tiene raíces amargas, pero al final saboreamos su dulce fruto.
Recuerda que nada es eterno, ni lo bueno, ni lo malo.
Todo sucede cuando debe suceder ... ¡Todo tiene su tiempo!
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