La preocupación
y la culpabilidad, son emociones que desgastan, desestabilizan y generan una
gran perdida
de energía.
La primera
se centra en lo que se debería hacer y no se ha hecho y la segunda gira en
torno a lo que se hizo o no se pudo hacer.
La
proyección de dichas emociones va dirigidas, una al futuro (la preocupación) y
la otra al pasado (la culpabilidad).Podemos decir que ambas generan la misma consecuencia,
como es la de mantenerte inmovilizado(a) sin posibles repuestas.
Otro efecto inminente,
de estas emociones, está relacionado con los estados de ansiedad, angustia y estrés. Está claro que todos,
en algún momento de nuestras vidas, hemos experimentado estas emociones, el
problema surge, cuando nos enganchamos a ellas, no pudiendo vivir el presente.
Cuando esto
sucede, dejamos pasar lo mejor de nuestras vidas, no valoramos los detalles del
día a día, los bellos momentos, las oportunidades,
es decir, el verdadero tiempo para ser feliz.
Nadie es capaz de caminar cuando uno de sus
pies está puesto en el pasado y el otro en el futuro, evidentemente quedará inmóvil,
preocupándose como podrá mantener el equilibrio, pensando en que no tiene el
control de lo que puede suceder y sintiendo que aun espera algo, que no ha
llegado.
Si miramos
el pasado sintiéndonos culpables por una omisión o acción, nunca podremos vivir
el presente sin sentir el peso del remordimiento y la insatisfacción, por algo
que ha causado dolor a otros.
Si arrastramos,
este sentimiento, encadenándolo a nuestro presente, siempre miraremos nuestro
futuro con preocupación. Para poder buscar un equilibrio aceptable en nuestro
interior, el mejor camino es aceptar el conflicto interior que existe en
nosotros mismos.
La preocupación,
solo cesará cuando aprendamos a gestionar nuestras emociones, en el tiempo
preciso, entender que cada evento de nuestras vidas debe dejar un aprendizaje,
sacar lo positivo de lo que hemos vivido, desechar lo negativo y fortalecer
nuestro presente, con la seguridad que no cometeremos los mismos errores del
pasado y con la tranquilidad, que hemos dejado una pesada carga muy lejos de
nuestro presente, que nos permitirá mirar el futuro sin miedos y sin
preocupación.